Fiesta pastillera en Ferro
Por colectora también se llega, y a pesar de tener que pasar varias lomas de burro, si se hacen bien las cosas, se es sincero con lo que uno hace, no se pierde la humildad y se toman decisiones acertadas, se puede llegar igual o más rápido que por la autopista. Así se resume el camino que tomaron los integrantes de Las Pastillas del Abuelo, que el sábado pasado llegaron a la cancha auxiliar de Ferrocarril Oeste para brindar su primer recital al aire libre y ante más de 15 mil personas.
Fiesta, palabra que sintetiza lo que se vive en cada show pastillero. Como acostumbra la banda en recitales importantes, prepararon una lista de más de 30 temas, con varios inéditos que tanto le gusta cantar a La 20, su hinchada oficial. Tres horas de un show que estuvo a la altura de las circunstancias, desde el sonido hasta la puesta en escena, simple pero con un muy buen juego de luces, y cotillón que fue repartido al ingreso del estadio e incluía narices de payasos y antifaces. Alrededor de las 22, “Qué vicios tengo?” fue la canción encargada de dar el puntapié inicial a la gran noche.
Al comienzo de la nota hablábamos de obstáculos que hay que pasar por el camino, y no podemos saltear uno en una crónica que tiene que transmitir la alegría vivida el sábado pasado. Melisa, una joven de 20 años, asistió al recital y tuvo que ser trasladada al Hospital Álvarez, donde falleció de un paro cardiorrespiratorio. Ante nuestra sorpresa, la prensa se hizo eco de esta desgracia y habló de “otro Cromañón”. Leímos y escuchamos en los medios sobre mala organización, sobreventa de entradas y muchas mentiras más. Por eso, también como comunicadores queremos desmentir esas cosas y defender a la banda de toda acusación.
La única verdad es que las vallas ubicadas delante del escenario cedieron, y que el recital empezó casi una hora más tarde de lo planeado porque tuvieron que solucionar ese inconveniente. También es verdad que tras tocar el primer tema, Piti (cantante) explicó el problema de las vallas y pidió conciencia y responsabilidad abajo del escenario, para “cuidarnos entre todos”, y que ante cualquier problema, detrás de las vallas había profesionales que con pedírselo, rápidamente los sacarían de ahí.
Tampoco es culpa de Las Pastillas del Abuelo la cantidad de robos que ocurren en los recitales, porque en absolutamente todos los shows de gran convocatoria están esos indeseables que van a arruinar las fiestas. Vaya paradoja tuvo la noche cuando Piti le dedicó “Caqui”, un viejo tema pastillero al que se sumó el bajista fundador del grupo, a todos aquellos presos que valen la pena, que hicieron una autocrítica y merecen otra oportunidad, cuando metros más abajo había gente delinquiendo y lejos de entender el mensaje.
Lo de Melisa fue una desgracia. No hay un manual de cómo vivir y controlarse en un recital, así como tampoco hay un manual de cómo viajar en colectivo para no estar apretados como sardinas. Vivir recitales es una materia que se aprende viviéndolos, a fuerza de golpes, moretones y hasta pérdidas de zapatillas. Es como la vida, uno aprende sus límites a partir de experiencias y errores. Lamentablemente, Melisa perdió su vida, pero no hay que manchar a Las Pastillas del Abuelo por eso, nos da rabia y decepción que colegas lo hagan.
Un ex compañero de secundario, cuando teníamos 17 años, fue por primera vez a un recital, Los Piojos en el Luna Park. Su objetivo era estar ahí delante, bien pegado a la valla, frente a frente con Ciro, Tavo, Micki y Piti. Como no sabía que el horario de las entradas es un estimativo por la impuntualidad de la gente, fue más que puntual, más que temprano, y desde el primer minuto que pisó el campo se abrazó bien fuerte a la valla. Al segundo tema, no aguantaba más, se tuvo que ir hacia un costado muy dolorido. Era de contextura chica, el dolor siguió y tuvo que ir al hospital. Por la escuela no lo vimos durante dos semanas, se le había perforado un pulmón. Al siguiente ritual piojoso volvió a ir, pero supo esperar los momentos, salir y entrar de los pogos según su cuerpo se lo exigiera. Por suerte, no fue una desgracia. Como dice un tema de Las Pastillas, “hay que vivir a conciencia esta lección”. Y como finaliza la letra de la canción que abrió el recital en Ferro, “los peores vicios son las malas actitudes”.
¡Fiesta papá! Gritaría Piti sobre el escenario. “Solo Dios (Almafuerte)”, “Casualidad o causalidad?”, “Cubano” y “Cerveza” continuaron con la tan esperada noche pastillera.
¿Un momento? El puesto número 16 de la lista de temas, reservado para Los Enviados de Thot, una banda amiga de Las Pastillas del Abuelo y muy mencionada por sus integrantes en entrevistas y recitales. Los dos grupos juntos sobre el escenario interpretaron un gran tema (no lo conocíamos hasta esta noche), “Amigo rock”, que resumió el gran desfile de figuras y amistades sobre el escenario: Tete de La Renga tocó el bajo en “Los Oportunistas”; Maikel de Kapanga sumó su guitarra a “Tantas escaleras” y “Osiris”; Bárbara Silva de Mama Chabela le agregó su bella voz a “Quiero tener razón o ser felíz?”; Balbis y su murga hicieron bien rioplatenses a “Saber cuando parar”, “Qué carajo es el amor?”, “Viejo” y “Me juego el corazón?”; y Arbilito hizo más completo a “Que hago esperando un puto as?”.
Además, Las Pastillas del Abuelo demostraron ser una banda de rock con todas las letras, porque más allá de las melodías buscan transmitir un mensaje desde las letras hasta sus dichos y actos sobre el escenario, abrir cabezas y mostrar realidades, algo bien de las raíces del rock nacional que por la comercialización parece no existir hoy en día. Justamente por eso, “Desde la postura” y “Oscarcito” tomaron mucho más valor.
¿El número puesto? El tema número 10: “Qué es dios?”, dedicado a Diego Armando Maradona. Una canción muy cantada en todo el campo.
¿La novedad? La reversión mucho más reggaera de “Por colectora”, que le quitó fuerza, pero le sumó distinción, y se enganchó con "Loco por volverla a ver". Así como la versión con aires de cumbia del inédito “Ratón”.
¿Para destacar? Como siempre, “Peldaño” y “Skalipso”, que marcan los puntos más altos de los recitales pastilleros. Además sobresalieron: “Amar y envejecer”, “La casada” (con un maestro cubano en los teclados) y “Lo más fino”, que hacía tiempo no se escuchaba en vivo.
En la noche porteña también sonaron: “Dónde esconder tantas manos?” y “Qué pretendo o saber?”, ambos dos ya en la madrugada del domingo 6.
A la 1, los integrantes de Las Pastillas del Abuelo le pusieron punto final a su gran noche. Un nuevo peldaño que suben en su corta y rica vida musical. Por el atraso y el horario, “Cómo pudo entrar en mí?” y “Locura y realidad”, que estaban en la lista de temas, tuvieron que ser salteados, y muchos espectadores se retiraron antes de los dos últimos temas porque perdían los trenes para volver a sus casas. Igualmente, fue una gran fiesta la que se vivió en Caballito y se coronó, tras el paso de Tete en “Los Oportunistas”, con “Enano”, con “La parabellum del buen psicópata” de Los Redondos en el medio, y “Otra vuelta de tuerca”, para que La 20 explote por última vez en la noche.
Tuvieron un tema que los hizo conocidos y lo dejaron de lado porque no querían ser solamente una canción. Eligieron la independencia para seguir creciendo, dejando de lado en pleno apogeo propuestas que le ofrecían hasta el cielo. Tratan de buscar alternativas a un mercado tan cerrado y comercializado. Cuando uno los trata personalmente, se nota la sencillez de sus personas, que no perdieron la humildad y que realmente disfrutan lo que hacen. El sábado pasado, los integrantes de Las Pastillas del Abuelo cumplieron otro sueño en la gran realidad que están viviendo. No hay que mancharlos, sino felicitarlos.