“¡Lucaaaaaaaa!...”
“…como una canción que zumba en el viento del corazón…”
Este 22 de diciembre no será un día más, sobre todo para los seguidores del Rock nacional, especialmente los más viejitos y fanáticos de Sumo. Es que en este 2007 se cumplen 20 años de la muerte del eterno Luca Prodan.
Italiano por parte del padre, escocés por la madre y, desde la década del ‘80, argentino por amistades y amores. Sin dudas, Luca es un personaje que supo aprovechar al máximo cada segundo de su vida. Para él, no existía el tiempo perdido.
Quizá muchos no lo comprendieron ni comprenderán, ni a él ni a Sumo. Igualmente, no caben dudas que fue el encargado de abrir la cabeza musical de los argentinos con ritmos que eran casi desconocidos. Junto a Los Redondos marcaron la tendencia del actual rock nacional.
En el ‘81, tras estar internado gravemente en Londres por su adicción a la heroína, Luca Prodan aceptó la invitación de un amigo que vivía en un campo de Mina Clavero, Córdoba, y se vino a instalar al país sin hablar ni una sola palabra de español.
Aburrido del ocio y la tranquilidad del campo, rápidamente armó su bolso y se marchó a Buenos Aires, más precisamente a Hurlingham, en donde empezaría a escribir la historia de una leyenda.
Es ahí, en la localidad ubicada al oeste del Gran Buenos Aires, que “el Pelado” se hizo un grupo de amigos ideal, con los que decidieron invertir en equipos e instrumentos sin importar los costos para armar su propio grupo de música. Así, junto a Germán Daffunchio, que tocaría la guitarra, Alejandro Sokol, el bajo, y Stephanie Nuttal, una amiga inglesa en la batería, se formó Sumo en 1981. Un año después, se produjo el debut oficial en el Pub Caroline's de El Palomar.
Lo demás es historia repetida y ya se sabe en demasía: con diversos cambios de integrantes (Diego Arnedo, Ricardo Mollo, Roberto Pettinato y “Superman” Troglio) en el ’83 se edita “Corpiños en la Madrugada” (Demo); luego, su primer disco, “Divididos por la Felicidad” (1985); al año siguiente el segundo, “Llegando los Monos” (1986); y por último el tercero, “After Chabón” (1987). Todos editados durante su corta y, a su vez, extensa vida.
Es verdad que se puede conocer a Luca Prodan escuchando Sumo, ya que a través de su talento musical transmitió ideales y pensamientos, pero también fue un hombre lleno de anécdotas, que revelan mejor su aspecto personal. A veces un ejemplo para imitar y otras para saber lo que no se debe hacer, sobre todo por el lado de los excesos.
Juguetón, curioso, admirador de Bukowski (escritor y poeta estadounidense), lúcido, poeta, extravagante, furioso, indiferente, de ánimo inestable y muchas veces a la defensiva; así era Luca.
Uno de sus tantos vicios era la ginebra, que tomaba habitualmente por las tardes-noches perdido en algún roñoso bar junto a un desconocido, y así aprendía un castellano que le alcanzaba para comunicarse sincero, audaz, profundo, enigmático y único.
Justamente esa bebida lo llevó a vivir en la eternidad. Producto de un paro cardíaco y una cirrosis hepática, Luca Prodan fue hallado muerto en su casa de San Telmo el 22 de diciembre de 1987, dos días después de su última presentación en vivo en el Club Los Andes.
Luca Prodan es más que una canción y una leyenda. Es un sonido constante que vive en el viento y perdurará en la historia.
“Vuelve ternura, vuelve para quedarte, sos mi luz interior, no te escondas, brilla tu luz sobre mí”, decía su último escrito.